Pepe Bablé (Cádiz; 1955). Gestor teatral, director escénico, actor y autor, este versátil y prolífico profesional español ha forjado una sólida trayectoria en múltiples disciplinas de las artes escénicas. Con más de treinta interpretaciones sobre las tablas y cerca de cuarenta montajes dirigidos, su trabajo abarca desde la creación artística hasta la gestión cultural.
En este último ámbito, ha liderado importantes proyectos como el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, así como las compañías La Tía Norica y Albanta Teatro, consolidándose como una figura clave en el panorama teatral iberoamericano.
PRIMERA PARTE:
INICIOS
-¿Quién es Pepe Bablé?
Pues una persona normal que trata de serlo, con las fuerzas que le van quedando, en este tiempo confuso que nos está tocando vivir y que aún sigue teniendo curiosidad y ganas de pelear por proyectos, cambios y mejoras colectivas.
-¿Cómo fue su infancia?
Plácida y muy alegre a pesar del momento de plena dictadura en que se desarrolló. Tuve la suerte de nacer y crecer en una familia donde me inculcaron una serie de valores que me han ayudado y traído hasta aquí y que, en estos casi setenta años de vida, me han ayudado a ser la persona que hoy soy. Disfruté mi infancia en una familia humilde, pero muy unida y firme en convicciones.
-¿Qué recuerdos conserva de sus padres y de sus títeres?
Miles de recuerdos y de momentos de toda índole. En mi casa se respiraba un ambiente cultural y teatral, sobre todo. Vivíamos con mis abuelos paternos que eran gente de teatro y, tanto mi abuela como mi padre, nos cultivaron, a mí y a mis hermanos, el gusto y la pasión por el teatro. Y no solo por el mundo del títere gaditano sino también por el teatro en general. No recuerdo ninguna sobremesa donde no se hablará de algo relacionado con el teatro. El títere, por familiaridad, era una herramienta de expresión y objeto histórico, pero entre los mayores se recitaban y se hablaba de textos universales y obras emblemáticas de la época.
-¿Por qué siempre ha sostenido que "El teatro es el lugar donde nacen o mueren todas las artes"?
Fue una frase que dije no me acuerdo ni cuándo ni en qué contexto y, que hoy, me parece mal estructurada a pesar de que la metáfora sigue viva. Pero, si quise recalcar algo creo que es lo mismo que hoy puedo mantener: que el teatro es el punto de confluencia de muchas artes, bien en su inicio como en su corolario.
TRAYECTORIA
-Has desarrollado una carrera amplia y diversa dentro del mundo teatral como actor, director, autor, titiritero y gestor cultural.¿Cómo ha sido para usted transitar por estas distintas facetas y cómo se alimentan entre sí?
Creo que es un todo donde se han unido diferentes sensibilidades. Todas estas facetas están conectadas entre ellas y cada una se ha nutrido de las demás. Uno siempre es la suma de muchas cosas. En mi caso ha sobresalido la de gestor y la de director de escena porque son las que me han tocado vivir con mayor dedicación por diversas razones, pero también me siento cómodo en las demás.
Cuando empecé a amar al teatro me di cuenta de que este atesora todo un universo de oficios y especificidades que hay que conocer para poder desarrollarse con más soltura dentro de él. Todas las materias y técnicas que lo circundan son vinculantes y, en mi modesta opinión, creo es de debido cumplimiento conocerlas.
-Más de treinta interpretaciones y cerca de cuarenta montajes dirigidos son cifras que hablan de una constancia admirable. ¿Qué busca en un proyecto para decidir involucrarte como director o actor?
Como actor ya hace tiempo que no me prodigo. Solo lo hago detrás del retablo de marionetas para seguir con la tradición familiar y alguna que otra colaboración en cortos de cine colaborando con algunos amigos. No así con la dirección escénica donde me estoy prodigando ahora más que antes.
Mientras ejercí la dirección del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, período que se alargó durante veintisiete años ininterrumpidos, apenas me quedaba espacio para dirigir todo lo que me apetecía, pero ahora, ya una vez jubilado de esa misión, casi todo el tiempo lo ocupo en dirigir y escribir teatro. Y lo que busco como director de escena, son obras que me provoquen la necesidad de poder compartirlas con alguien, bien por su temática u oportunidad.
-Después de tantos años de trayectoria: ¿Qué le sigue emocionando del teatro?
Su capacidad de continuar provocando asombro social y conmoción sensorial. Porque es el lugar idóneo donde cuestionarnos y reconocernos, donde refugiarnos y expandirnos, donde vivir y soñar.
SEGUNDA PARTE:
GESTIÓN + LEGADO CULTURAL
-Desde su experiencia como gestor cultural: ¿Cuál cree que ha sido el principal desafío al dirigir eventos de gran alcance como el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz?
En un evento como el FIT de Cádiz, y durante treinta y cuatro años que me tocó la suerte de trabajar con él, ha habido muchas etapas diferentes donde los desafíos han cambiado a compás de los tiempos que le ha tocado vivir. En ese tiempo los objetivos han fluctuado desde su asentamiento como un proyecto nacional cultural necesario hasta su consolidación como una plataforma estratégica teatral iberoamericana.
Pero los verdaderos desafíos que siempre se han tenido que batallar han sido, al menos en mi época, su estabilidad económica y su mantenimiento en el tiempo. Creo que el FIT nunca ha disfrutado de los presupuestos económicos que merece para poder realizar la gran aventura de servir de plataforma activa al desarrollo de las Artes Escénicas Iberoamericanas. Desgraciadamente, ese sigue siendo, después de cuarenta años de singladura, su gran desafío.
-¿Qué enseñanzas le ha dejado la gestión de compañías como La Tía Norica y Albanta Teatro, y cómo ha influido esto en su mirada como creador escénico?
Por mi propia naturaleza siempre estoy abocado a seguir aprendiendo y aprehendiendo de todo lo relacionado con el mundo teatral. Estos dos grupos, los cuales llevo dirigiendo desde hace cuarenta años, aún siendo de disciplinas totalmente diferentes, son complementarios porque me permiten poder trabajar y experimentar en campos antagónicos.
La Tía Norica son títeres tradicionales de más de doscientos años de antigüedad, con técnicas genuinas y con repertorio propio que hay que respetar, y Albanta es un grupo de teatro formado por actrices, actores y técnicos donde investigamos y apostamos por un teatro íntimo, contemporáneo y de dramaturgias emergentes. Lo rico de esto es que me posibilita experimentar la grandilocuencia escénica del títere y el minimalismo actoral y dramatúrgico.
-En su despedida de la dirección del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, expresó el deseo de que su sucesor respetara lo construido. ¿Cree que ese espíritu se ha mantenido en las ediciones posteriores?
Bueno, eso ya pasó hace cinco años y felizmente el FIT ha seguido adelante. Cierto que, después de mi sucesión, sus nuevos directores cambiaron muchas cosas de las construidas durante treinta y cuatro ediciones, sobre todo en sus ejes temáticos y estratégicos.
Estoy convencido de que la nueva dirección que comienza en esta próxima edición, sabrá recuperar aquellos aspectos que crea conveniente realizar y trabajará para seguir aumentando el prestigio del FIT.
-¿Siente que su legado como gestor cultural ha sido reconocido como merece?
Cuando trabajo en algo no lo hago con la intención de que se me valore ni se me reconozca. Trabajé más de treinta años como gestor cultural y el único premio del que me siento orgulloso es ver mi currículum con más luces que sombras, con más éxitos que fracasos y proyectos perfectamente consolidados y con mucha vida por delante.
TERCERA PARTE:
EL PENSAMIENTO CRÍTICO DE BABLÉ
-¿Sigue pensando que "El arte es un espejo donde nos reconocemos"?
Si no lo es debería serlo. Pero, si no lo pensara me estaría dedicando a otras cosas desde hace mucho tiempo. El arte lo creo esencial para el desarrollo humano. Es el resquicio que nos queda para huir de la locura y de la estupidez humana. Es el que nos facilita la dosis necesaria para defendernos de la sinrazón y es el refugio poético donde cuestionarnos y entendernos.
-Como figura clave del teatro iberoamericano: ¿Cómo percibe actualmente los vínculos artísticos entre España y América Latina en términos de colaboración, circulación y diálogo estético?
Sobre lo estético, la globalización en las Artes Escénicas ya hace tiempo que llegó y los canales de circulación de información instantáneos y la expansión de técnicas y escuelas proliferan con mucha rapidez. Así que más que un diálogo estético es un monólogo porque cada día es más difícil diferenciar códigos donde la palabra no está representada.
Y en cuanto a la colaboración y circulación, España, aún teniendo todavía grandes lagunas de conocimiento sobre el teatro latinoamericano, ya viene teniendo mayor presencia de este teatro, ya no solo en festivales como el FIT, sino en otros eventos, ferias y muchos artistas latinoamericanos, sobre todo argentinos, viven, trabajan aquí, y ya no es exótico verlos en las carteleras.
-¿Qué papel cree que debe jugar hoy el teatro en un contexto sociopolítico como el actual, tanto en España como en Iberoamérica?
El teatro será siempre lo que sus hacedores quieran que sea. En la historia universal vemos cómo este arte siempre ha jugado diferentes papeles y lo ha hecho según las circunstancias que han vivido sus verdaderos protagonistas. Pero creo que, actualmente, su papel social, en general, no está en entredicho, pero sí su parte política.
En estos momentos donde se depende casi todo de ayudas y subvenciones, es la política, con todo lo que eso implica, la única que permite la supervivencia del teatro tanto en su realización como en su circulación. Y el universo teatral iberoamericano es tan extenso y variopinto, en lo social como en lo político, que no se puede generalizar.
-En un mundo atravesado por la tecnología y las plataformas digitales: ¿Cómo imagina el futuro del teatro en los próximos años?
Yo soy de los optimistas. Tanta tecnología siempre acaba siendo beneficiosa para el teatro porque, a la postre, este aprende a utilizarla en su favor. Y porque sabe que cuanta mayor tecnología trabaje provocando el aislamiento humano, más se harán necesarios espacios donde encontrarse con el otro de manera física y presencial. Y ahí, el teatro, tiene todas las de ganar porque le sobran años de experiencia y de experimentarlo.
-¿Cuáles son los nuevos desafíos que enfrenta hoy el teatro, especialmente en el ámbito iberoamericano?
Creo que el mayor desafío sigue siendo romper la barrera del desconocimiento. En Latinoamérica el teatro español que se conoce es exiguo y en España ocurre igual con el teatro latinoamericano. Allí se piensa que el teatro español es el que se ve en festivales ya que no existen circuitos de exhibición, y aquí que el teatro latinoamericano es el que se ve en festivales y sobre todo en Madrid donde la mayor parte es teatro argentino o mejor dicho porteño. Hay muchos teatros tanto en España como en Latinoamérica que descubrir.
EPÍLOGO:
UNA MIRADA MÁS PERSONAL DE PEPE
-Si mira hacia atrás: ¿Hay algún montaje o experiencia que considere un punto de inflexión en su carrera?
Afortunadamente han sido numerosos montajes y experiencias. He viajado mucho y he tenido la oportunidad de ver muchísimo teatro en todas sus posibles variantes y lenguajes, y eso deja huella y te hace crecer tanto como teatrero como persona. Pero si tengo que elegir uno me quedo con mi primer recuerdo teatral. Tenía cinco o seis años cuando mi padre me subió a un escenario. Dirigía un grupo de teatro en Cádiz y que mejor que el hijo del director para una obra donde hacía falta un niño. Verme en medio del escenario diciendo tres frases que aún recuerdo, y sentir el calor de las luces y el que desprendía el público, me inoculó el veneno que, afortunadamente, aún llevo dentro desde entonces.
-¿Existe algún proyecto que esté preparando actualmente o que le ilusiona especialmente para un futuro próximo?
En la actualidad ando enredado en varios proyectos escénicos y de escritura. Acaban de premiar una obra que he escrito al alimón con una autora gaditana en un concurso teatral, ando envuelto en ensayos de dos obras que estoy dirigiendo y pergeñando varios proyectos próximos. Como ves no paro.
-Y, para terminar: ¿Qué pasó con la ternura? ¿Se acabó? ¿Volverá?
Bueno, aquello fue una producción puntual del Teatro Sánchez Aguilar de Guayaquil, Ecuador, que tuvo su vigencia prevista y que no pudo prorrogar pese al éxito obtenido. Ojalá volviera, pero eso no depende de mí. Yo quedé muy satisfecho. Fue una gozada trabajar con el texto de Sanzol y una experiencia maravillosa trabajar con ese nivel de producción y con un equipo artístico y técnico tan cualificado.
Foto cortesía: Lourdes de Vicente © 2025.