La peregrinación del remordimiento se lleva a escena con Natalia, Tanilo y su hermano en una hora llena de la magia de Rulfo en el Teatro Abadía. En una atmósfera cargada de simbolismo, la obra ofreció una experiencia sensorial a la altura de la narración del escritor latinoamericano.
La compañía salmantina La Chana teatro, creada por Jaime Santos y Aurea Pérez, ha traído a los escenarios del Teatro Abadía, en pleno centro de Madrid, la historia de Natalia, Tanilo y su hermano, del cuento Talpa que Juan Rulfo escribió en 1953. Con esta obra se puso broche final (o punto y seguido) a una propuesta latinoamericana que ha sido protagonista este último trimestre del año en el Abadía junto con las obras Cortázar en juego y Borges y yo.
En apenas sesenta minutos el conocido cuento de Rulfo, Talpa, ha cobrado vida en la sala José Luis Alonso del Abadía este diciembre. Los espectadores han vivido junto a sus protagonistas una peregrinación llena de remordimiento, enfermedad, duelo, amor y muerte. Con esta propuesta teatral han conseguido transmitir a través de todo el entramado desplegado en escena la más pura esencia Rulfo: la belleza, las dudas y la muerte en una combinación equilibrada que deja a quien observa sosteniendo la respiración.
Natalia se metió entre los brazos de su madre y lloró largamente allí con un llanto quedito.
La intérprete (o en su defecto titiritera) supone en la puesta en escena un eje central que no obstaculiza en ningún momento la historia, sino que la dota de un toque casi espiritual con los gestos corporales que realiza de forma pausada pero cargada de emociones. Ana Luz de Andrés, la bailarina que da vida a estos “Zenzotleños”, tiene una presencia viva que conecta con los personajes a través del movimiento corporal y la danza. Como pieza angular de la obra se coordina, con la voz en off que guía la narración, Jaime Santos, que introduce las palabras de Rulfo entre silencios. Mientras los títeres callan, y se arrastran, padeciendo.
Esa voz narradora, la de Jaime Santos como conciencia del hermano de Tanilo, con su carga emocional impregna todo el relato de Natalia. Ella se dibuja desde el recuerdo de otro, pero es la protagonista que da título a la adaptación teatral (no al cuento original nombrado por Rulfo). Los elementos que conforman la historia encajan de forma precisa, como piezas de un puzle, distante y árido, pero completo. La música a su vez cumple un papel fundamental en la atmósfera, con La llorona como clímax.
Amalgama de elementos
La esencia de La Chana se ve en la construcción del relato a través de la escenografía que introduce elementos contemporáneos, como una lavadora, en la atmósfera escrita por Rulfo. Los espacios construidos, que transicionan durante la hora entera, también vuelven esa pausada narración en una danza entre elementos cargados de presencia escénica, como es el pasaje donde llegan al camino oficial de la peregrinación. El paisaje desértico como una amalgama de gusanos, entre arena, lo árido de Rulfo y de la muerte se erige tal y como uno se lo imaginaría al leer el extracto original:
Aquel camino ancho parecido a la corriente de un río, que nos hacia andar a rastras, empujados por todos lados como si nos llevaran amarrados como hebras de polvo. Porque de la tierra se levantaba, con el bullir de la gente, un polvo blanco como tamo de maíz que subía muy alto y volvía a caer; pero los pies al caminar lo devolvían y lo hacían subir de nuevo; así a todas horas estaba aquel polvo por encima y debajo de nosotros. Y arriba de esta tierra estaba el cielo vacío, sin nubes, sólo el polvo, pero el polvo no da ninguna sombra (Rulfo, 1950)
Ritual inevitable: el peso del (casi) muerto
Esta propuesta se alza como un ritual a tiempo lento que se extiende desde la anticipación de la muerte de Tanilo hasta el llanto de Natalia. Un destino inevitable donde la culpa cristiana, el peso del (casi) muerto, el miedo y los milagros que no se alcanzan agujerean la conciencia de los protagonistas. Y, como enuncia el hermano de Tanilito casi al final de la obra:
Comienzo a sentir como si no hubiéramos llegado a ninguna parte, que estamos aquí de paso, para descansar, y que luego seguiremos caminando. No sé para donde; pero tendremos que seguir, porque aquí estamos muy cerca del remordimiento y del recuerdo de Tanilo (Rulfo, 1950)
Desde La Chana, Fabio de la Flor, describe el cuento de Rulfo como un cuento “donde cada frase es una herida”. A su vez la propuesta teatral de Natalia consigue a través de su escenografía, títeres, interpretación y ambientación dar forma a esas heridas en la imaginación de aquellos espectadores que se introdujeron en el mundo de Rulfo, de Natalia, Tanilo y su hermano, pero también de los imprescindible Ana Luz de Andrés y Jaime Santos que nos recordaron que estamos aquí de paso (...) y que luego seguiremos caminando (Rulfo, 1950)
Texto: Juan Rulfo (adaptación de Talpa) Intérprete: Ana Luz de Andrés Creación y escenografía: Ana Luz de Andrés y Jaime Santos Adaptación, dirección, construcción de títeres y voz en off: Jaime Santos Música: Pep Pascual Diseño de iluminación: María Lesmes Técnico de luz y sonido: Marta Santos Vestuario: Patricia de la Cruz Video: Reca Borrego Fotografía: Victorino García Calderón Mecanismos: Juan Antonio Santos Lana: Manolo Bartol Iglesia: Dana Diseño cartel: Marta Cubero Producción: La Chana Teatro
Rulfo, J. (1950). Talpa. Revista América, (62), enero.